Librería Re-Read
Re-read es una franquicia de libros de segunda mano que ha abierto comercios en treinta y cinco ciudades del Estado español. Todas mantienen el diseño de algunos elementos comunes, de forma que comparten una estética característica firmada por Talking Design Studio. Sin embargo, todas las librerías son diferentes y en cada una de ellas lxs franquiciadxs han intervenido con bastante margen.
No sé si es muy adecuado hablar de “reforma” en el caso de Re-read Donostia, puesto que nos enfrentábamos a un local totalmente desnudo y destartalado: no había nada que reformar. Había servido durante años de almacén de suministros de coches y, mucho tiempo atrás, fue una licorería. El suelo era de cemento, muy irregular y con un antiguo foso cubierto; las paredes, de ladrillo y cemento; en el techo, las vigas estaban al descubierto y exhibían los hierros de su estructura; no había ni baño ni toma de agua; la entrada al local estaba tapiada con ladrillos y el acceso se hacía por una puerta de madera. A todo esto se le sumaban muchas capas de polvo acumuladas a lo largo de unos cuantos años de total abandono.
A pesar del aspecto desolador del local, lo cierto es que no era nada difícil percibir su potencial, incluso cierta belleza. El local tiene unos 140 m² que se extienden en una superficie alargada y rectangular desde la entrada hasta el fondo. Una forma muy adecuada para una librería donde hay que colocar muchas estanterías. Los techos son altos, de unos cuatro metros de altura. Al fondo hay un tragaluz que permite que el lado más alejado de la entrada quede iluminado por luz natural.
Desde Talking Studio hicieron su propuesta de distribución: un largo pasillo flanqueado por estanterías hasta casi el fondo del local, dejando dos zonas de almacenamiento detrás de éstas; el mostrador se ubicaría cerca de la entrada. Esta era, sin duda, la propuesta más razonable para aprovechar el espacio lo mejor posible. Sin embargo, aportamos un par de modificaciones que cambiaron la fisonomía del proyecto de una forma sutil pero importante para nosotrxs.
Aportamos un par de modificaciones que cambiaron la fisonomía del proyecto de una forma sutil pero importante para nosotrxs.
La primera fue colocar el mostrador no cerca de la entrada, sino al fondo del local. Al ser un local diáfano, desde casi cualquier punto se tiene una visión completa de todo el espacio: nada interrumpe la visión entre el fondo y la entrada. La segunda fue instalar una puerta abatible y un escaparate que se abre, de modo que, si el tiempo lo permite, la fachada se puede abrir totalmente. Cuando la puerta y el escaparate están abiertas del todo, la librería casi parece una extensión de la calle, como un apéndice que se desvía hacia un lado. Estas dos modificaciones tienen un efecto en el local para nosotrxs muy importante: no solo se abre hacia el exterior sin ninguna resistencia, sino que acoge a quien entran en él sin ningúna barrera ni suspicacia. Al situar el mostrador al fondo y no a la entrada, estamos, en cierto modo, haciendo un gesto de confianza ciega. No estamos controlando las entradas y salidas de las personas ni lo que hacen: puede entrar, mirar, hojear un libro, sentarse a leer, deambular tranquilamente por la tienda, todo ello antes de acercarse a la persona que les va a atender o de marcharse sin más.
Nada interrumpe la visión entre el fondo y la entrada.
La fachada se puede abrir totalmente. Cuando la puerta y el escaparate están abiertas del todo, la librería casi parece una extensión de la calle.
Contar con la posibilidad de dejar las puertas totalmente abiertas también va en el mismo sentido. Las puertas explican a quien llega a ellas cómo será recibidx en el espacio al que se presta a entrar. Una puerta inexistente borra la frontera entre el interior y el exterior, y, por tanto, invita a quien transita por este a adentrarse en aquel sin condiciones. Para nosotrxs era importante que la librería tuviera un ambiente en el que la gente se sintiera cómoda, libre, acogida, pero sin presión. Y creemos que lo hemos conseguido al crear un espacio abierto y acogedor al mismo tiempo; un espacio que, sin cerrarse al exterior, ofrece refugio; como una cueva profunda que, además, tiene el encanto de estar revestida de libros.
Una puerta inexistente borra la frontera entre el interior y el exterior, y, por tanto, invita a quien transita por este a adentrarse en aquel sin condiciones.